La espiritualidad en tiempos de TIKTOK
La historia de un monje
budista con celular
Corría el año 2017, y habíamos decidido ir de vacaciones con mi esposo al Sudeste Asiático. Para ese entonces mis conocimientos acerca del Budismo estaban bastante avanzados y muy arraigados en mí. Siendo nuestro primer destino Tailandia, nos encontramos en Bangkok con una cuidad extremadamente activa, poblada y pintoresca. Entre los ruidos de los autos y las marañas de cables que atravesaban calles, de pronto, te topabas en el medio de dos locales de venta de celular y accesorios para el pelo con un enorme templo budista, con sus velas, banderitas y campanitas doradas, tan representativas de la cultura. Como si la vida cotidiana lo estuviese fagocitando. Cada uno de los lugares recorridos eran centros de consumo y turismo de hermosísimas playas paradisiacas. Luego de transcurrir esta experiencia de vivir Occidente en Oriente, emprendimos el viaje hacia Camboya. Realmente no sabía con qué nos íbamos a encontrar ya que no conocía a nadie que había estado por allí, y la única referencia real que tenía era que Angelina Jolie había adoptado a uno de los hijos en ese país.
Jamás olvidare el momento exacto en
el que arribamos. Todo era distinto a lo que habíamos vivido en nuestras vidas.
Llegamos a un lugar donde el aeropuerto era tranquilo, con su cartel de bienvenida
tallado en la piedra, parecía que el tiempo se había detenido. La cuidad humilde
pero muy cuidada, ponía en evidencia extrema pobreza y dignidad. Era abril uno de los dos meses más calurosos y de extrema humedad,
por eso en las calles de tierra era todo polvo. Allí mismo nos esperaba nuestro
guía una persona de unos 27 años, historiador, muy amable, que hablaba varios idiomas.
Con el correr de los días pude descifrar un primer fenómeno, las personas sonreían
todo el tiempo. En un país en el que gran parte de la población estaba mutilada
por la existencia de minas enterradas durante la guerra de Vietnam la gente
sonreía, era feliz, estaban en paz y todo eso se transmitía.
Estando
allí y sabiendo que había muchos más templos por recorrer, mi única ¨obsesión¨ era
poder tener una entrevista con un Lama. El LAMA es un maestro, un guía espiritual,
es realmente una «autoridad en la doctrina budista», alguien capaz de mostrar a
otros el camino inequívoco a la liberación y la iluminación. El guía de
turismo, ante mi insistencia constante, me había informado que sería difícil de
conseguir esa preciada charla, ya que no todos tienen permitido hablar
con una mujer (o al menos eso había entendido). Afortunadamente, nuestro guía logro
una entrevista con el Lama de su templo. Allí estaba sentado en posición de
loto en medio del salon en total silencio, aún recuerdo cuanto me latía el corazón
en la garganta de la emoción y en su perfecto ingles nos pudo responder en una
cita privada, grandes consultas que llevábamos con nosotros. Su voz generaba un
eco por el silencio, y la falta de muebles del lugar y de repente se escucha el
sonido de un celular sonar. Mi esposo me miró como diciendo “La espiritualidad
también llama por Smartphone” Y con enorme asombro el Lama nos pide cortésmente
disculpas y de entre su Kāṣāya (el tradicional manto naranja que suelen
utilizar) saca un celular y se pone a hablar.
Más allá de la interrupción de la
tecnología que gritaba “presente” las enseñanzas fueron profundas y
reveladoras.
El ego es la puerta hacia el
sufrimiento, distorsionando lo que percibimos o sentimos, creando realidades
que, en ocasiones angustian y oprimen. La concepción de la “impermanencia” ordena
esas emociones. Sabernos finitos en términos materiales e infinitos en espíritu
quita trascendencia a las circunstancias momentáneas y particulares, elevándonos,
iluminándonos. Incluso las situaciones más complejas, cuando las observamos desde
una perspectiva espiritual dibujan una comisura de sonrisa en nuestras bocas.
El budismo es una filosofía de
vida, no es una religión, ya que no se venera a ningún Dios, sino que se siguen
un conjunto de enseñanzas dejadas por un ser humano llamado Gautama, más conocido
como Buda. Sin embargo, esta situación de atender un teléfono celular, que para
cualquiera de nosotros es la más normal del planeta, para mí fue un shock. La idea de ¨humanización¨ a la figura del
monje, me hizo notar un montón de creencias que más tarde empecé a trabajar; porque
para que podamos generar un cambio en nosotros, primero debemos reconocer lo
que nos hace ruido y lo que no nos gusta, ahora bien….
¿Qué me genero ver a un monje en
medio de un templo en pleno silencio hablando por celular?
Las respuestas llegaron un tiempo
después, y fue justamente cuando volví a mi realidad, a mi mundo. Ahí entendí, o
creo haber entendido algunas creencias que lejos de empoderarme me empequeñecían,
más tarde empecé a darme cuenta, que, como yo, muchas otras personas la
compartían, y es por eso por lo que elegí este tema para la primera nota en la edición
de esta revista.
¿Qué me hacía tanto ruido? ¿Qué creencias estaban alojadas que esa acción
que despertó en mi inquietud?
Y me di cuenta de, que, como sociedad
y más la occidental, poseemos una errónea idea que la espiritualidad y lo
mundano o las cosas materiales son mundos separados. Que las grandes
transformaciones personales y espirituales las realizan solo aquellos que dejan
su vida y se entregan a un lugar lejos de cualquier vestigio material y
familiar.
Una creencia de semejante magnitud
crea una sensación de imposibilidad para la transformación, puesto que, si yo
no estoy dispuesta a vivir en un monasterio en la punta del Himalaya y dejar
todo atrás no habría transformación posible. Creencias como estas no solo nos imposibilitan,
sino que crean falsas ideas, y sobre esas ideas construimos nuestras realidades,
ergo, bajo esta creencia, jamás podríamos acceder a una vida conectada en algún
lugar con lo espiritual.
Sin embargo, había una parte de mí,
en donde esa idea tampoco me terminaba de cerrar, y era cada vez que veía o
escuchaba o estudiaba incluso casos de personas con grandes transformaciones, verdaderos
ejemplos de vida, logros de personas comunes haciendo cosas extraordinarias o
de sanaciones espontaneas de enfermedades. Indagando en sus vidas, notaba que eran
¨personas normales¨ como vos y yo, entonces la pregunta taladraba en mi cabeza….
¿qué habían hecho esas personas? ¿Dónde vivían?
¿En un monasterio?
La respuesta no tardó en llegar,
es por eso por lo que creo que quizás a muchos les parecerá un poco disruptivo
mi pensamiento, pero, con todo el respeto del mundo les consulto: ¿no es acaso
más difícil conectarnos, centrarnos, transformarnos, corriendo de un lado al
otro, trabajando todo el día, o llevando a los chicos al colegio, preparando
las viandas, llevándolos al pediatra, a la vacuna, al dentista y volver a
trabajar?
¿No será más complejo incorporar
la espiritualidad durante las ocupaciones de todos los días y por eso aparecen
otras creencias? ¿qué es la
espiritualidad? ¿Qué es la transformación personal?
Para mi la transformación
comienza al conocernos, al permitirnos o, por lo menos, preguntarnos cuando las
cosas no se dan cómo queremos. Seguramente
detrás están esas creencias tan arraigadas en nuestra mente subconsciente, allí,
donde silenciosa pero efectivamente van a ejecutarse una y otra vez, sin importar
que nos aplastan, achican y empequeñecen. La espiritualidad no es algo que
necesitamos mostrar, sino que es esa convicción interna, esa fe, ese estado de conexión,
creamos en lo que creamos, donde confiamos que nos va a ocurrir lo mejor, que
cada obstáculo en nuestra vida, es experiencia y aprendizaje, que merecemos ser
felices y vivir en armonía, que la abundancia es un estado que se construye
cada día hasta formar parte de nuestro ser.
De acuerdo con mi experiencia
personal creo que la idea de una espiritualidad enfrentada con lo material es
falsa. Incluso en lo material podemos encontrar aspectos espirituales.
Desde un punto de vista budista,
la unidad entre la materia y el espíritu estaría separada por el APEGO pasando
la cuestión, ya no por el tener o no tener, sino por lo ¿qué pasa cuando dejo
de tenerlo? y esto incluye tanto a cosas materiales como a inmateriales, como
por ejemplo las relaciones humanas.
Nuestra esencia como seres
individuales es algo más profundo que va más allá de las cosas tenemos, dónde
vivimos o incluso con quienes nos rodeamos
Parte de nuestro aprendizaje es
comenzar a valorarnos más, viviendo el momento presente, poder conectarnos con
nosotros mismos, regalarnos esos momentos hasta cuando lavamos los platos, o
nos trasladamos al trabajo, dónde sea, sabiendo que la nuestra felicidad
depende de nosotros mismos más que de nuestro entorno.
Si por un momento olvidamos el
pasado y el futuro y cualquier preocupación
¿no sería todo el entorno menos
trascendente?,
¿Las relaciones de ayer hubieran
merecido emociones tan intensas?,
¿Los objetos por los que trabajamos
de sol a sol, o a los que nos aferramos a expensas de nuestra salud, nuestra
libertad o sentimientos, ocuparían el mismo lugar?
Entender que el pasado ya paso,
solo sirve como experiencia porque no podemos cambiarlo y que el futuro se
construye en este presente, en este instante que estas conectado vos, la
espiritualidad no es más que tu ser en un estado más coherente, viéndolo así la
espiritualidad que parecía todo un desafío …. no es un camino imposible
Para pensar ...
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